viernes, 12 de febrero de 2010

Testimonios en cabina 12 de febrero



“VEN A MAMARMELA OTRA VEZ”
por Cynthia Venegas, proyecto Calidoscopio

No todos tienen la oportunidad de elegir un trabajo apasionante, donde además de poner a prueba el conocimiento superficial y académico -entre los puntos y las comas, la coherencia de las historias y las vueltas de tuerca-, es un trabajo que permite probarse como persona. No me refiero a ser “una buena persona”, al final todos somos muy malos para ser buenos y muy buenos para ser malos.
Yo entré a la comunidad de tratamiento interno con cara de cucaracha. El primer día me pareció divertido ver tantos pares de ojos saltones apostando por una equivocación, abriendo expectativas de que el taller sería una mierda y que leer y escribir no les serviría para nada. En ese momento quité la cara de cucaracha y comencé a ser yo. A pocas sesiones me había convertido en un viajero. Llegaba a ese mundo donde un grupo de adolescentes privadas de la libertad a veces estaba deprimido, pero se alegraba de escuchar a Calle Trece o a Celso Piña y se entusiasmaban cuando miraban los libros que me pedían.
Lo difícil no fue enseñarles, sino motivarlas para aprender, hacerles saber mi deseo por compartir mi tiempo con ellas y despertar un ambicioso capricho por leer y escribir.

Ellas leyeron literatura carcelaria y amaron a Gean Jeanet.
Se mostraron interesadas por seguir la trayectoria del héroe.
Aceptaron volar con sus mentes a los callejones sin salida, a los relojes donde las manecillas son de grandes extensiones de trigo y por eso el tiempo pasa largo. Cerraron los ojos para percibir una melodía en su cuerpo, para relajarse con el sonido del mar escuchado desde esa guarida gris donde todo parece estar escondido.
Ellas se embarraron las manos de colores, se apoderaron de las plumas y las hojas para escribir de lo aprendido en ese sueño inagotable, donde como todo héroe regresaran a su mundo ordinario dotadas de enseñanzas.
Y yo, soy este viajero que asombrado de conocer tanta sensibilidad y valentía, desea hablar, no para justificarlas sino para intentar entender la situación. Mirar nuestro contexto desde otros puntos de vista es indispensable, para no ahogarnos.
Por eso cuando Cecilia de quince años escribió que su frase favorita era: “Ven a mamármela otra vez”, entendí sus imágenes son como ellas: fuertes y contundentes.
Comprendí su vida como una gran poesía.

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